Internet de las cosas, entre la utopia y el infierno
«Internet de las cosas (en inglés, Internet of Things, abreviado IoT;1 IdC, por sus siglas en español 2) es un concepto que se refiere a la interconexión digital de objetos cotidianos con Internet.3 Alternativamente, Internet de las cosas es la conexión de Internet con más cosas u objetos que con personas.4 También, se suele conocer como Internet de todas las cosas o Internet en las cosas. Si los objetos de la vida cotidiana tuvieran incorporadas etiquetas de radio, podrían ser identificados y gestionados por otros equipos, de la misma manera que si lo fuesen por seres humanos.56
El concepto de Internet de las cosas fue propuesto por Kevin Ashton en el Auto-ID Center del MIT en 1999,7 donde se realizaban investigaciones en el campo de la identificación por radiofrecuencia en red (RFID) y tecnologías de sensores.8»
La posibilidad técnica de que las cosas que nos rodean, además de sus funciones ordinarias guarden información relevante sobre ellas mismas, las puedan intercambiar con otros aparatos de manera que se puedan automatizar procesos complejos, al tiempo que se reducen errores y aumenta la fiabilidad de las respuestas, abre unas expectativas que se acercan a lo que podríamos denominar «Inteligencia artificial» o también «Inteligencia de Red».
Las aplicaciones van desde la logística hasta la medicina, la industria, los servicios, las infraestructuras, la seguridad,etc. prácticamente todo el ecosistema tecnológico en el que vivimos inmersos se verá afectado de una manera u otra. El impacto y la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas, anticipan que cambiará el mundo tal como lo conocemos. Los economistas le han puesto nombre: la cuarta revolución industrial.
Lo cierto es que el intercambio de información entre aparatos y sistemas ya hace años que existe y funciona, la diferencia con el momento actual es que antes los sistemas eran cerrados entre si, la cooperación e interconexión sólo era posible entre aparatos de un mismo fabricante y la compatibilidad sólo era hacia atrás, imposible con tecnologías emergentes. Lo que está ocurriendo en estos momentos es que de una parte existe una cobertura de redes telemáticas exhaustiva, la convergencia de diversas tecnologías con protocolos y lenguajes comunes que los hace independientes de marcas y fabricantes, convirtiendo los sistemas cerrados de antes en abiertos. El valor funcional e intrínseco de los dispositivos se dispara de forma exponencial al conectarlos sinérgicamente en red.
Dicen los expertos que el mundo tal y como lo conocemos cambiará de forma drástica, pero no nos dicen si para bien o para mal. Que todos los dispositivos y sistemas informáticos hablen entre sí un mismo idioma y les permita intercambiar información con eficacia y rapidez es un gran paso evolutivo, sin duda, las ventajas son, como decía, exponenciales y no sólo para la industria, sinó también para los cibercriminales y las superpotencias que dominan el mundo, con esta convergencia lo tienen infinitamente más fácil para alcanzar sus objetivos. Pasar de la utopia al infierno tecnológico depende de una ciencia tan omnipresente que casi ni la vemos: la criptografía.
Con la potencia de cálculo actual es posible desencriptar las comunicaciones entre sistemas y vulnerar su contenido, hoy es una carrera frenética entre los cibercriminales y los responsables de seguridad, una buena parte de los intentos de hackeo resultan fallidos porque son detectados antes de que culminen el proceso, pero otros logran su propósito. En un ecosistema en el que todo está interconectado las consecuencias de la vulnerabilidad pueden ser devastadoras, es por eso que la criptografía cuántica se presenta como la gran esperanza para la Ciberseguridad.
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