SOH, el Sistema Operativo Humano

por | 10-Sep-2018 | Artículos

El hecho de que de no comprender muchas cosas del Universo no ha de ser motivo para tirar la toalla y abandonarlas, al contrario, cualquier intento de aproximación, de codificar la realidad incomprensible dentro de los limitados parámetros humanos, puede resultar de gran utilidad y repercusión para el planeta.”

Comprender lo incomprensible (artículo de I-Koaching)

La base de la ciencia informática es el código binario: el cero y el uno, abierto/cerrado. En la prehistoria de dicha ciencia se construían los programas con interminables filas de ceros y unos y era suficiente para el volumen de datos que se manejaban entonces. Una de las primeras aplicaciones prácticas de esta incipiente ciencia fue la máquina de Alan Touring para decodificar los mensajes en clave del ejército nazi, gracias a este primer algoritmo se logró penetrar a tiempo en las comunicaciones y salvar la vida a millones de personas acortando la duración de la Segunda Guerra Mundial. Es un ejemplo de que operando con algo tan abstracto como ceros y unos se puede cambiar el curso de algo tan poco abstracto como una guerra.

Como decía, las ristras de ceros y unos tratadas mecánicamente permitían acelerar procesos de cálculo que la mente humana no se podía permitir, pero una vez alcanzado un nuevo nivel de eficiencia, las necesidades evolucionan y crecen. Un mayor número de datos a procesar exige más esfuerzo, los ceros y unos comienzan a ser inmanejables para tanta información, la solución es empaquetarlos, compilarlos en grupos más manejables, así aparecen los lenguajes de alto nivel, sucesivos empaquetamientos de otros paquetes compilados.

La informática da el salto desde los laboratorios científicos a los hogares personales, en una primera etapa estas máquinas interactúan con los usuarios en modo texto, funcionan con comandos, los usuarios deben aprender una nueva sintaxis para poder usar estas máquinas. Las necesidades siguen creciendo conforme los computadores personales van extendiéndose.

La necesidad de manejar más funciones, más datos y de manera más fácil para los usuarios empuja a crear los entornos visuales, Apple es la primera firma en crear una máquina que usa lo que se denominó la metáfora del escritorio: unos símbolos reconocibles en la vida cotidiana de las personas sobre los que un simple clic de ratón dispara a trillones de ceros y unos en una frenética carrera que se convierte en un documento impreso, en una fotografía, un sonido o mil cosas más.

La metáfora del escritorio, los iconos manejables con el ratón, es lo que los informáticos denominamos una interfaz, un puente entre el lenguaje de las neuronas humanas y el idioma de los chips de silicio.

El Universo es código binario, pero éste es inmanejable, nuestra mente necesita una metáfora lógica para poder operar, necesita una interfaz para manejar la realidad compleja.

Siguiendo con mi ejemplo, las primeras comunidades humanas se manejaban en modo texto, pero fue con un cambio sustancial de interfaz que esas comunidades fueron ganando en complejidad y dimensión, haciéndose más fuertes y eficaces. A mi modo de ver esa “nueva interfaz” son los sistemas de creencias, como las religiones. Los sistemas de creencias permiten aproximarse a la lógica del Universo, permite interaccionar en ella sin necesidad de conocer su esencia, sin conocer los ceros y unos que la forman. Estas interfaces han posibilitado la emergencia de civilizaciones enteras. También han permitido que unos pocos adulteraran esas interfaces para favorecer sus intereses de poder, erigiéndose como intérpretes de códigos sagrados incuestionables.

En nuestro artículo «Comprender lo incomprensible» veníamos a explicar que vivimos en un mundo complejo, que no comprendemos ni tenemos la capacidad para entenderlo plenamente, pero necesitamos interactuar con él para sobrevivir, de ahí nace la necesidad de simplificarlo creando «interfaces» mentales. Las ideologías, las religiones, cualquier sistemas de creencias tiene como propósito servir de interfaz para desenvolvernos en este mundo.

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